4 Hablemos Con Los Niños Lic Alizade

junio 12, 2018 Desactivado Por admin

HABLEMOS CON LOS NIÑOS Lic. Angélica Alizade Arminda Aberasturi en su libro «La percepción de la Muerte en los Niños» dice: «La incomprensión del adulto, su falta de respuesta a las preguntas del niño, o el responder con una mentira, provoca más dolor que la explicación de la situación. Hay adultos que creen que el niño no comprendería una explicación verbal. Los niños expresan su temor a la muerte, y lo hacen más frecuentemente a través de un lenguaje no verbal, pero en todos los casos es el mundo adulto el ue teme enfrentar el problem Frente a la muerte o impulso a seguir su destino. Si ese ser ya

Si ese ser ya no vive, PASE 1 2 erido existe un ros queremos vivir. tampoco nosotros queremos vivir. Esto lo describe Freud en «Duelo y Melancolía». En los niños este impulso puede estar oculto pero siempre existe. Puede llegar a manifestarse a través de accidentes o pequeños actos autodestructivos, suicidios simbólicos que a veces escapan al ojo del observador más especializado. Cuando se miente sobre la muerte y el niño se confunde, estos microsuicidios pueden hacerse más serios. El ocultamiento de la muerte de un ser querido, o las versiones engañosas como ser: se fue de viaje, al cielo, se quedó dormido, etc. ificultan la protegerlo del sufrimiento, como si negando el dolor mágicamente lo anulara. Sin embargo el esclarecimiento produce alivio en los niños, pues ellos son agudos observadores de lo que acontece a su alrededor. A veces no pueden expresar en palabras lo que los angustia y ésta aparecerá en forma de síntoma, problemas de conducta, rechazo de alimentos, trastornos en el sueño, que lo llevarán paulatinamente a un deterioro físico y pslqulco. En el caso de un niño con enfermedad terminal, mucho se ha discutido sobre la percepción de su propia muerte.

Actualmente podemos decir que l niño percibe el peligro de muerte en su cuerpo y hasta pude saber cuándo ha de morir. Ejemplo: un niño antes de una operación debido a una cardiopatía grave, dibuja un partido de fútbol. Él explica que los defensores de uno de los bandos están de brazos caídos. El partido finaliza con un gol y la caída al suelo del arquero. El niño murió durante la operación. una niña de diez años, internada, tiene una hermana embarazada de ocho meses. Le dice a su Doctora: «Quizás no voy a estar cuando nazca sobrinito.. 12 permanentes que son vividas como abandonos.

Antes de los cinco años: A esta edad los niños no ven la muerte como algo irreversible. Su nivel de desarrollo madurativo y emocional, no les permite separar vida de muerte y le adjudican características de la Vida a la muerte. A menudo entienden la muerte como un estado de vida limitado. El egocentrismo y el pensamiento mágico que caracterizan este período, harén que el niño difícilmente vea al mundo totalmente distinto a sí mismo, dotado a los objetos de características vivientes. La noción de tiempo es limitada, morir es simplemente estar menos vivo.

Al no entender la muerte como fin, la relacionan con situaciones oncretas, provenientes de su propia experiencia, como ser el dormir o las ausencias. Esto los lleva a elaborar teorías erróneas como ser: «Si me cuido… puedo vivir para siempre». En este periodo de la vida de los niños es importante dar explicaciones desde la verdad real y concreta. Puede decírsele que la persona que ha muerto «no va a caminar más, ni tocar, ni ver televisión, pues está muerto, no es vivir en el cementerio. » A esta edad, no hay abstracción, su pensamiento es concreto, y las respuestas deben ser adecuadas a su realidad.

El adulto no deba desalentarse cuando, a pesar de haber dado expllcac. nes correctas, al poco tiempo el niño vuelva a preguntar: «¿Cuándo volverá?… » Recordar que no entiende la muerte como fin, y la noción de tiempo es limitada. Deberemos contestarle tantas veces c iera. Teniendo en cuenta contestarle tantas veces como él lo requiera. Teniendo en cuenta las múltiples formas de comunicación podemos utilizar nuestra creatividad y la del niño mediante los juegos, la narración de cuentos pueden transmitir mejor y con mayor profundidad, la tristeza ante la ausencia de un ser querido.

De los cinco a los nueve años: La muerte empieza a percibirse como un hecho permanente. Las cosas vivientes mueren, pero pensar que esto puede sucederles a ellos, resulta dificil. La muerte es real pero sólo para otros. Si bien a esta edad la muerte es aceptada, es importante ayudar al niño a expresar sus sentimientos, compartirlos, pues el impacto que les produce la muerte, puede llevarlos a actitudes defensivas, como forma de protección, esconderse debajo de la cama, miedo a la oscuridad, etc.

El niño en edad escolar ha entrado en el período de latencia, caracterizado por la necesidad de saber, conocer e investigar: querrá saber cómo es la muerte biológica, ener información sobre los entierros, métodos para sobrevivir, etc. Estos conocimientos le darán seguridad para enfrentar un hecho tan especial. También es característico de este período que personifiquen a la muerte en formas amigables como ser un ángel, o fantasmagóricamente en esqueletos, sombras o monstruos persecutorios. El niño entiende mejor si se le explica la verdad con honestidad.

De nueve años en adelant UNIVERSAL, FORMA PARTE DE LA VIDA Y ESTA GOBERNADO POR LEYES PROPIAS. Las reacciones emocionales de los niños y púberes, difieren de las de los adultos: Shock o aturdimiento. 2. Síntomas somáticos. 3. Negación. 4. Rabia-culpa-depresión. 5. Perplejidad-pena-desconcierto: por su egocentrismo los niños más pequeños pueden preguntarse si la separación es el producto de no haber sido queridos, quizás por haber hecho algo malo. En consecuencia pueden aferrarse a sueños diurnos de reencuentro, depresión, sentimientos de soledad y vac[o. 6. Miedo. ismo como algo externo, frente a lo cual aparece como un espectador impotente. El duelo por el rol e identidad infantil que lo obligan a una renuncia de la dependencia y a una aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce. El duelo por los padres de la infancia que persistentemente tratará de retener en su personalidad, buscando el refugio y la protección que ellos representan. Esta situación se ve complicada por la propia actitud padres que también tienen que aceptar el envejecimiento y e hecho de que sus hijos ya no son niños, son adultos o están en vías de serlo.

A estos tres duelos se une el de la bisexualidad perdida. Esta etapa es muy sensible a los impactos de una realidad frustrante. El adolescente quiere vivir, vivir total y plenamente. La muerte le fascina por ser una de las experiencias más profundas de la vida. Muchos adolescentes juegan con la idea de morir como parte de la vida, sin que por ello quieran dejar de existir. Estarán muy preocupados por su Vida, pero también profundamente sensibles al significado del «No ser; conocen la real ri Ida: «¿Por qué tendría esto como un castigo por transgresiones cometidas.

Un castigo tan terrible como la sentencia de muerte. Él, que anhelaba ser independiente, ve destruidas todas sus esperanzas ante la enfermedad terminal. Sentirá culpa y rabia ante esta situación sin salida. Lo han llevado hasta la cima de una montaña, desde donde se vislumbra la tierra prometida, solamente ara anunciarle que es «Tierra y esa promesa» no son para él. Su grupo de pares que hasta este momento representaron su refugio y reaseguro en la búsqueda de la propia identidad, ya no podrán contenerlo. Los amigos al saber que él va a morir, suelen apartarse.

Esto se debe a que ellos también están intentando independizarse y ser autosuficientes. La muerte, y en especial la mano de un amigo de su propia edad, los enfrenta con su propia vulnerabilidad y fragilidad. El adolescente que se enfrenta con la muerte frecuentemente está muy solo. Siente que de alguna manera los padres le han fallado y están islados de sus pares. Su independencia tan valorada se transforma, debido a la enfermedad, en una dependencia forzada. Reconoce que la proximidad de la muerte es el anuncio del final y se debate entre una total pasividad y su acostumbrada rebeldía. or esto insistirá en seguir haciendo cosas por sí mismo para reforzar sus defensas. Hamovitch (1 974), señaló que la amargura del joven adolescente que está muriendo, probablemente oblemas a su familia y al staff que lo trata, que las reacciones de cualquier otro grupo de pacientes con enfermedad terminal. Para negar u propio sentimiento de indefensión y aumentar su autoestima, puede llegar a ridiculizar a otros pacientes que tienen mayores posibilidades que él, minimizar la gravedad de su enfermedad y desalentar a sus parientes y amigos diciéndoles que «no se molesten en visitarlo».

Su rechazo a la familia, amigos y equipo tratante, debe entenderse en el marco de la extrema necesidad de ser cuidado y contenido por ellos y de la rebeldía que esta dependencia afectiva le provoca, puede llegar a rechazar regalos, no abrir la correspondencia, etc. La familia y el equipo tratante deberán cuidarlo sin pedirle a ambio un reconocimiento ni hacer grandes demostraciones. Sólo así el adolescente se permitirá recibir sin vergüenza ni sentimientos de dependencia. Deberá ser considerado siempre un miembro del equipo tratante, e indudablemente el miembro más importante.

Se le debe comunicar el propósito y naturaleza de su tratamiento, las expectativas, beneficios y efectos secundarios. La calidad de las preguntas que él formule nos estarán indicando cuánta información sobre la su situación puede tolerar. Por ejemplo, los detalles sobre una técnica quirúrgica, al ser explicadas pueden prevenirlo sobre los fectos colaterales de la operación, para que estos no sean interpretados como efectos «casuales» o la consecuencia de un «desti «. Algunos adolescentes necesitan más que otros, saber detalles sobre su enfermedad y el proceso de su tratamiento.

Estos conocimientos los tranquilizan pues afianzan su control intelectual, mecanismo defensivo característico de la adolescencia. El equipo tratante debe respetar y entender la rabia, furia y resentimiento que él siente por su suerte. Nunca deben permitir que este enojo interfiera, y tomar los recaudos necesarios para posibilitar la realización de los procedimientos terapéuticos. Frecuentemente el adolescente antepone muchas dificultades en el manejo de sus problemas tanto a los padres como a los profesionales que lo cuidan.

Los mayores de 16 años al ser más maduros frecuentemente cooperan más. Al igual que cualquier otro paciente, de cualquier edad, puede tener la necesidad de negar el hecho de estar muriendo. Deberá ser respetado sin obligarlo a enfrentar respuestas que encierran displacenteras realidades que él está indicando no poder tolerar. Si está a semanas o meses de su muerte y pregunta: «¿Yo no voy a morir, o SI? » Es obvio que no soportará una respuesta sin alternativas. No se le deberá decir una mentira, pero podría tener como respuesta: «No… no te vas a morir ahora… , o algún otro tipo de respuesta para permitirle seguir sosteniendo su negación y tranquilizarlo. Un adolescente emocionalmente más fuerte, podrá hablar de su situación más directamente, puede llegar a preguntar: «Bueno… cuánto tiempo de vida tengo? ‘. En PAGO 12 este caso él estará indican a V que está en estará indicando qué piensa y que está en condiciones de tolerar una respuesta más directa. Pero ésta nunca debe quitar totalmente la esperanza. (Recordar las etapas que describe la Dra. Kübler Ross en su libro «Sobre la muerte y los moribundos».

Si, por ejemplo, el pronóstico de vida es de tres meses, se lo puede ayudar contestando en forma realista: «Algunas personas con una enfermedad igual a la tuya, han vivido tres o seis meses, y otras, a veces, han vivido más, mucho más». Es una respuesta realista, honesta, donde la esperanza está silenciosamente permitida. No hay fórmulas prefijadas y aplicables en todos los casos por igual. Es necesario conocer las características de esta etapa de la vida, sus conflictos, ideales, miedos, anhelos, la necesidad de justicia y sus luchas.

Las respuestas programadas no serán útiles para responder a un adolescente muriente. Él SI’ valorará la verdad, honestidad y respeto con que el adulto lo trate. Asi no se sentirá engañado y podrá confiar en aquellos, de los cuales ahora tanto depende, y con quienes tantos conflictos tuvo. En el curso natural de la enfermedad terminal, el adolescente al irse debilitando físicamente, podrá darse el permiso de ser cuidado y amado por otros sin sentirse rendido. Puede argumentar que este cuidado lo acepta pues no tiene otra opción, y que 0 ap 12 cuando esté más fuerte, a control V libertad que