Bella malicia
Bella malicia gy brujitappp 1 110R6pp 16, 2011 312 pagcs Rebecca James índice Argumento 5 PRIMERA PARTE prólogo 7 Capítulo 1 8 Capitulo 2 11 Capítulo 3 16 Capitulo 4 Capítulo 5 2 Capitulo 6 3 capítulo 7 3 Capitulo 8 Capítulo g 41 or312 to View nut*ge Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 capitulo 13 Capítulo 14 Capitulo 15 capítulo 16 Capitulo 17 capítulo 18 Capítulo 19 capítulo 20 Capítulo 21 capitulo 22 45 55 58 54 67 81 83 92 104 113 116 Música, cenas, risas, conversaciones hasta la madrugada en torno a una botella de vino…
Katherine está empezando a vivir su uventud, por primera vez desde la espantosa tragedia que golpeó a su familia. Y todo gracias a Alice, la hermosa, extrovertida y popular Alice, que por algún motivo ha decidido elegirla como mejor amiga. Se siente tan bien con ella que al principio apenas da importancia a los pequeños detalles, a esos momentos en que Alice parece ser otra persona, alguien que disfruta retorciendo las mentes de las personas que la rodean, haciéndolas sufrir. Y cuando sale a la luz el oscuro pasado de Katherine, se abre una puerta muy peligrosa. Porque cualquier secreto, en manos de Alice, se convierte en un arma mortal. PiC] Prólogo No fui al funeral de Alice. En aquel momento yo estaba embarazada, loca y violentamente lastimada. Pero Alice no era el motivo de mi dolor. No, en aquella época yo odiaba a Alice y me alegré de que estuviera muerta. Alice fue quien me arruinó la vida, arrebatándome lo mejor que había tenido nunca y rompiéndolo en mil pedazos. No lloraba por Alice sino por su culpa. Pero ahora, cuatro años después y en un momento feliz de mi existencia, por fin asentada en una vida cómoda y rutinaria con mi hija Sarah (mi pequeña Sarah, tan dulce y tan seria), en ocasiones, después de todo, me gustaría haber ido al funeral de
Alice. Lo que ocurre es que a v 312 funeral de Alice. Lo que ocurre es que a veces veo a Alice: en el supermercado, en la puerta de la guardería de Sarah, en el bar donde Sarah y yo vamos a comer algún menú barato de vez en cuando. Con el rabillo del ojo veo destellos del cabello rubio platino de Alice, de su cuerpo de modelo, de su ropa llamativa, y entonces me paro a mirarla y mi corazón late desbocado. Tardo un instante en recordar que está muerta, que es imposible que sea ella, pero hago un esfuerzo por acercarme y asegurarme de que su fantasma no ha vuelto para darme caza.
De cerca, esas mujeres a eces se le parecen, aunque nunca, nunca, son tan guapas como Alice. Muy a menudo, por el contrario, tras una inspección de cerca, no se parecen a ella en nada. Me doy la vuelta y sigo adelante con lo que estaba haciendo antes, pero una ola de calor me ha invadido la cara y los labios, y en los dedos me hormiguea de forma desagradable la adrenalina. La situación, invariablemente, me estropea el día. Tendría que haber ido al funeral. No habría tenido que llorar o finglr desesperación. podría haberme reído con amargura y escupido en su tumba. ?A quién le hubiera importado? Si hubiera isto descender el ataúd en la fosa, si hubiera visto la tierra cubriendo el féretro, tendría la certeza de que está realmente muerta y enterrada. En lo más hondo de mi interior me gustaría saber que Alice se ha ido para siempre. [pic] —¿Quieres venir? 3 312 Alice Parrie me mira desde arriba y sonríe. Es la hora del almuerzo y yo estoy sentada bajo un árbol, sola, absorta en un libro. —¿Perdón? —Me protejo los ojos del sol y alzo la mirada—. ¿Adonde? Alice me da un trozo de papel. cojo y lo leo. Es una fotocopia en colores brillantes de una invitación para la fiesta de cumpleaños de Alice. Cumple dieciocho. «Corre la voz! iTráete a tus amigos! —leo—. iChampán gratis! iComida gratis! » Sólo alguien tan popular y tan segura de sr misma como Alice puede escribir una invitación así; cualquiera más normal se sentiría como si estuviera rogando a la gente que fuera a su fiesta. «¿Por qué me invita a mi? », me pregunto. Conozco a Alice, todo el mundo conoce a Alice, pero nunca había hablado con ella hasta ahora.
Es una de esas chlcas: guapa, popular, imposible de olvidar. Sostengo la invitación en mi mano y asiento. —Lo intentaré. Pinta divertido —miento. Alice me mira durante unos segundos. Suspira y se deja caer a mi lado, tan cerca que su rodilla presiona la mía con fuerza. —No vendrás —dice ella sonriendo abiertamente. —Lo más probable es que no —Pero yo quiero que ve —insiste ella—. su fiesta. En el instituto Drummond High soy casi una desconocida, y no tengo amigos íntimos. Voy y vengo discretamente, sola, y me dedico sólo a estudiar.
Evito llamar la atención. Lo hago bastante bien, pero mis notas no son excepcionales. No hago deporte, no formo parte de ningún club. Y aunque sé que no puedo seguir así para siempre —viviendo i existencia entera como una sombra— por ahora me va bien. Me escondo, lo sé, soy una cobarde, pero en estos momentos necesito ser invisible, ser el tipo de persona que no despierta la curiosidad. Así nadie tiene que saber quién soy realmente, o qué es lo que me pasó. Cierro el libro y empiezo a guardar mis cosas del almuerzo.
Espera. —Alice me pone la mano en la rodilla. La miro con tanta frialdad como puedo y ella la retira—. En serio. Me gustaría mucho que vinieras, de verdad. Y creo que lo que le dijiste a Dan la semana pasada fue realmente fantástico. A mí me encantar[a oder decir cosas así, pero no sé hacerlo. No soy lo bastante rápida. Sabes, yo nunca habría visto así los sentimientos de esa mujer. No hasta que se lo dijiste a Dan. Quiero decir que estuviste genial, lo que le dijiste estuvo muy bien, y le demostraste lo idiota que es.
Enseguida sé a qué se refiere Alice: a la única vez que he bajado la guardia, olvidándome de mí misma por un momento. Porque ya no suelo enfrentarme a las personas. Hago un verdadero esfuerzo a diario por evitarlo. Pero la manera en que Dan Johnson y sus amigos se hablan comportado dos sema 312 diario por evitarlo. Pero la manera en que Dan Johnson y sus amigos se habían comportado dos semanas atrás me molestó tanto que no pude aguantarme. Vino una oradora para hablarnos sobre la planificación de nuestras carreras y de la admisión en la universidad.
Es cierto que el discurso era aburrido, habíamos oído aquello millones de veces antes y la mujer estaba nerviosa y balbuceaba y vacilaba y hablaba de un modo confuso, dándole vueltas a lo que decía, y la cosa empeoró aún más cuando la multitud empezó a hacer ruido y a inquietarse. Dan Johnson y su espeluznante grupo de amigotes se aprovecharon de ella. Fueron tan crueles y premeditadamente perversos que la mujer se fue humlllada, hecha un mar de ágrimas. Cuando acabó todo, yo estaba detrás de Dan en el pasillo y le di un golpecito en el hombro.
Dan se volvió con aires de superioridad, esperando recibir algún tipo de aprobación por su conducta. —¿Se te ha ocurrido pensar —empecé en un tono de voz sorprendentemente duro, cargado de ira— en todo el daño que le has hecho a esa mujer? Esta es su vida, Daniel, su carrera, su reputación profesional. Has estado patético, tu escenita para llamar la atencion ha sido toda una humillación para ella. Lo siento por ti, Daniel, en tu interior debes de ser muy triste y pequeño si sientes la necesidad de maltratar así a alguien, alguien a quien ni siquiera conoces. ??Estuviste increíble —continuó Alice—. Y te lo digo de verdad, me dejaste absolutamente sorprendida. Quiero decir, —continuó Alice—. Y te lo digo de verdad, me dejaste absolutamente sorprendida. Quiero decir, creo que todos nos sorprendimos. Nadie le habla así a Dan. —Negó con la cabeza—. Nadie. Bueno, yo si lo hice. pero creo que también me hablo así a mí misma. Al menos, mi yo real lo hace. —Fue admirable. Valiente. Y ésa es la palabra que lo provoca: «Valiente». Necesito ser valiente.
Necesito que la cobardía que hay en mí sea borrada, vencida y destrulda, porque no puedo soportarla más. Me levanto y me echo el bolso al hombro. De acuerdo —digo sorprendiéndome a mí misma—. Está bien, vendré. Capítulo 2 Alice insiste en que nos preparemos juntas para la fiesta. Me recoge el mismo día con su coche, un viejo Volkswagen destartalado, poco después de comer, y me lleva a su casa. Mientras pasa de un carril a otro a una velocidad muy por encima de lo que le permite su carné de conducir recien sacado, me dice ue vive sola en un piso de una habitación en el centro.
Eso me sorprende, o más bien me asombra. Creía que alguien como Alice viviría en una cómoda casa en las afueras, con sus padres. Me imaginaba que sería una chica mimada, protegida, a la que se lo permitirían todo (en realidad, como a mi hace tiempo), y el hecho de que viva sola hace que de repente sea más interesante, más complicada de lo que creí e Alice y yo tenemos más en común de lo que me i imaginaba. Quiero hacerle un montón de preguntas: ¿Dónde están sus padres? ¿Cómo se paga el piso? ¿Alguna vez tiene miedo? ¿Está ola? Pero me callo.
Tengo mis propios secretos, y he aprendido que si hago preguntas me arriesgo a que también me las hagan a mí. Es más seguro no sentir curiosidad por las historias de los demás, es más seguro no preguntar. Su piso está en una plaza, en un edificio de ladrillo normal y corriente. La escalera está muy mal iluminada y da un poco de miedo, pero cuando llegamos al apartamento, sin aliento después de subir corriendo los cuatro tramos de escalera, abre la puerta y entramos en una sala cálida, llena de color. Las paredes están pintadas de naranja intenso y decoradas con lgunos grandes y brillantes cuadros abstractos.
Hay dos sofás enormes y con pinta de ser muy cómodos cubiertos con telas de color rojo burdeos y llenos de cojines con estampados étnicos. Velas apagadas llenan todas las superficies horizontales. —Voila! Mi humilde morada. —Alice me arrastra dentro y mira mi rostro expectante mientras contemplo la habitación—. ¿Qué te parece? Lo he hecho todo yo, ya sabes. Tenías que haber visto este sitio cuando me trasladé, era tan aburrido y tan soso… Es increíble lo que puedes conseguir en una habitación con un poco de color. Lo único que necesitas es algo de creatividad y algunos cuadros alegres. ??Es muy guay —digo. Y no puedo evitar sentir un poco de envidia. El piso de Alice es mucho más divertido, mucho más juveni 8 312 no puedo evitar sentir un poco de envidia. El piso de Alice es mucho más divertido, mucho más juvenil que el moderno apartamento minimalista donde vivo yo. —¿De verdad? ¿Te gusta de verdad? —Sí. —Me r[o—. Me gusta mucho. —Qué bien! Quiero que te guste tanto como a porque tengo pensado estar aquí mucho tiempo contigo. Pasaremos el rato aquí, en esta habitación, hablando y hablando y hablando, y ompartiremos nuestros secretitos por la noche.
He oído decir que hay personas encantadoras que tienen la capacidad de hacerte sentir como la única persona que existe en el mundo, y ahora sé exactamente qué quiere decir eso. No estoy muy segura de qué hace, o cómo lo consigue: otra persona parecería demasiado ansiosa, o incluso servil, pero cuando Alice me presta atención de esa manera, me siento como si fuera de oro, a gusto y con la seguridad de que me entiende totalmente. por un breve Instante, un momento muy inquietante, me imagino contándole mi secreto. Me lo imagino con claridad.
Alice yo en esta habitación; las dos un poco borrachas, divertidas y felices y con esa poca conciencia de una misma que se siente cuando has hecho una nueva amiga, una amiga especial; le pongo la mano en la rodilla para que se esté quieta y callada, asf sabe que voy a decirle algo importante, y entonces se lo explico. Se lo cuento rápidamente, sin pausas, sin mirarla a los ojos. Y cuando acabo, ella es comprensiva y cariñosa, lo entiende y lo perdona todo, como yo esperaba. Me abraza. g 312 todo, como yo esperaba. Me abraza. Todo está bien y yo me siento más aliviada porque por fin lo he soltado.
Soy libre. Pero sólo es un sueño. Una fantasía loca. No le digo nada. Voy vestida como siempre, vaqueros, botas y una camisa, y me he traído algo de maquillaje para ponerme antes de ir a la fiesta, pero Alice insiste en que nos pongamos vestidos. Tiene un armario lleno, de todos los colores y estilos, largos y cortos. Debe de haber más de cien, y algunos aún tienen la etiqueta. Me pregunto de dónde saca el dinero, cómo puede permitirse tanta ropa, y se lo pregunto otra vez. Siempre me ha gustado tener ropa —sonríe. —¿De verdad? —bromeo—. Nunca lo hubiera dicho.
Alice rebusca dentro del armario y empieza a sacar vestidos. Los deja encima de la cama. Venga, elige uno. Estos ni siquiera me los he puesto todavía. —Aparta uno de color azul—. ¿Te gusta? El vestido es muy bonito, pero yo ya he visto el que me gustaría ponerme. Es rojo y con un estampado tipo Paisley, hasta las rodillas, abierto de arriba abajo y sujeto por un cinturón de tela, hecho con algún tipo de material elástico. Se parece a los que llevaba ml madre en los años setenta, y me quedaría muy bien con las botas que llevo. Alice me mira. Se ríe y coge el vestido rojo. 312 —¿Éste?