Puedo Soñar Contigo Blue Jeans
Svipe nextp rendidos 3 El Club de los Incomp G Plan [NDICE Portada Prólogo Miér Capitulo 1 Capítulo 2 eves Capítulo 7 Capítulo 8 2 OFII Dít pítulo 5 Capitulo 6 Ju apítulo 11 Capítulo 1 Capitulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capitulo 16 Capitulo 17 Capítu lo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítu lo 24 Capitulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capitulo 28 Capitulo 29 Capítu lo 30 Capítulo 31 Viernes capítulo 32 capítulo 33 capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capitulo 37 Capitulo 38 Capítulo 39 Capít y echa un vistazo a su alrededor.
Las cortinas se mecen delante y atrás impulsadas por una suave brisa que entra por la ventana. Todo parece tranquilo en la habitación. Allí no hay nadie más. Entonces, ¿sólo ha Sido un sueño? Se frota los ojos con fuerza y, a media luz, comprueba que realmente se encuentra a solas. Sí, no hay du da. El dormitorio está vacío. un sueño, un estupido sueño… Era tan real. Tan auténtico. ¿Por qué sueña con cosas inalcanzables? Su subconsciente le ha vuelto a jugar una mala pasada. Una más para la colección. Al menos esta vez la escena era dulce, amable. Pero saber que jamás se hará realidad le altera. ??Yip! ??suelta, en voz alta ‘Hip! Maldito hi. _. iHip! Le ocurre con frecuencia. Cada vez más a menudo. Los nervios, le ha dicho el do ctor. Vive con demasiada tensión. Y es que siempre que hay algo que n o puede controlar o le sobrepasa, le entra un incesante hipo. —Tienes que relajarte. —¿Sabe? No es tan fácil Claro que no lo es. pero para eso estoy yo aquí, para enseñarte. Cierra los ojos. Sin oponerse, obedece al señor que tiene delante. Oscuridad. — ¿Y ahora? —Ahora, imagina que estás en una playa… Relájate… Poco a poco te vas a ir encontrando mejor. En calma. ¿Ya ves la playa? —NO. ?? Concéntrate. Imagina una bon•ta playa desierta. No hay nadie en ella. Sólo estás tú. La arena suave roza tus pies descalzos… El mar. . Las olas muriendo en la orilla… s olas? s… El mar… Las olas muriendo en la orilla… ¿Escuchas las olas? —No. Sólo a usted. — Está bien. Sigamos… No abras los ojos. Debes oír y ver las olas del mar… No hay ningún mar, ril tampoco olas. Nada de nada. Sólo veo negro. — Claro. Porque tienes los ojos cerrados y no te estás concentrando. Debes relajarte e imaginar que estás en la pl aya. —Es que no me gusta la playa. El doctor resopla, algo desesperad o.
Sin embargo, su labor es seguir insistiendo. Le pide una vez más que continue con los ojos cerrados y se dirige hacia la mesa donde está el orde nador. Abre la carpeta en la que guarda la discografía completa de Café d el Mar. Elige al azar uno de sus temas y pulsa el Play. —¿Escuchas? —le pregunta, susurrando . Esta música es para que te relajes. —¿No tiene algo más movidito? Me duermo. — Eso es que te estás relajando. —Qué sueño. No te duermas. Aún nos queda media hora de sesión. Olvidémonos del mar y la playa. Ahora imagina que estás en un lago. Las montañas alrededor. El cielo azul.
Todo está muy tranqui lo. No hay ni un solo ruido. Sólo la m El doctor se pasa una mano por su pelo rizado y se muerde el labi para no perder la calma. Segundos después responde pausado, c on una sonrisa. No hay cuervos. —¿Tampoco? Vaya mierda de lago sentencia, y abre los ojos de nuevo—. iHip! —Debes relajarte. Cierra los ojos. — No sirve de nada que cie… iHip! — Tienes hipo. Eso es por los nervios… ¿En qué estás pensando ahora mismo? —En él. — ¿En ese chico del que no me quieres decir el nombre? —Sí. — ¿Por qué no quieres hablarme de él? No va a contarle que es porque él también lo conoce.
Simplemente, le res ponde «porque no». Se niega a decirle más sobre el tema. Cierra los ojos otra vez y se acomoda en aquel sillón en el que ya acumula varias sesi ones. iHip!… Doctor, ¿y si seguimos hablando del lago ese? Se levanta de la cama y camina hasta donde dejó el portátil antes de echarse la siesta. El hipo no desaparece. Se sienta frente al ordenador y lo enciende. Mientras se inicia el sistema, el odio hacia él le va invadiendo por dentro. Hoy los ha vuelto a ver juntos. Si tuviera el valor suficiente, lo haría desaparecer. Introduce la clave y aparece en su pantalla el Windows Vista. Dios cómo le odia! Entra en Twitter y busca su cuenta. Mierda, lo ha bloquea do. Es la rar otro perfil. No pasa na sexta vez que lo hace. Ten da, va que llama «Odioalostramposos». Con una sonrisa malévola, regresa a la cuenta de aquel estúpido y le escribe un mensaje, pulsando las teclas con rabia. Eres la persona más miserable que existe. No escaparás de mí. Al gún día te daré tu merecido. No dejaré que duermas tranquilo, Bruno Corradini. MIÉRCOLES CAPÍTULO 1 El bostezo de Raúl saca una sonrisa a Valeria, que apoya la cabeza en su hombro y coge un puñado de palomitas del cubo.
Aquella película no le stá gustando demasiado, pero le está sirviendo para desconectar. Los exámenes finales de junio se acercan a gran velocidad. En cinco días comienza la tortura. IY debe aprobar todas las asignaturas de primero de Bachillerato! La idea de ir al cine no ha sido mala, aunque se han equivocado con lo que han ido a ver. Un beso con sabor a sal y más bostezos. Ahora compartidos. Alba mira de rego a la parga y sonríe. que por ue sigan juntos. Y pensar OF los medios que los Incomprendidos sean de nuevo un grupo unid o. Un club de amigos inseparables que se ayudan entre ellos.
De alguna manera se lo debía. Lo de ir esa noche al cine lo ha propuesto ella. Chicos, ¿por qué no lo dejamos ya por hoy? Hay mucho que estudiar. Y no lo llevo nada bien — responde Ester, resoplando, y tacha el resultado final que acaba de obtener en aquel problema. Aba se acerca hasta ella y la abraza por detrás. Ester se encoge al sentir las manos de su amiga. Últimamente, está muy cariñosa. No te preocupes. Seguro que apruebas todo. —Ya veremos. Que sí. No lo llevas tan mal. ¿Qué te preocupa? — Matemáticas… Las odio. Es como una pesadilla. —iPues para eso está Bruno! — exclama Alba, alegremente—. Para echarte una mano! Como siempre! El aludido levanta la cabeza al escuchar su nombre y mira hacia la dos chicas. Ambas están observándole. Son tan diferentes, pero a I mismo tiempo, tan parecidas. Ester continúa preciosa, con su flequillo rec to en forma de cortinilla. Como el primer día que la vio. Aquel día en el que se enamoró perdidamente de ella. Y Alba ya no tiene ese horrible pel o corto azul. Una media melena rubia se desliza por sus hombros y sus oj os claros lucen más vivos que nunca. —¿Qué tengo que hacer? pregunta él algo desconcertado. —Ayudarl s. Tú eres el genio de los números.
Y ya lo has hecho más veces, ¿no? ?? Ah. Claro, claro. Lo que necesites. La sonrisa de Bruno coincide con la de Ester. Por poco t iempo. Cuando están en el grupo les cuesta mirarse a los ojos. Llevan var semanas compartiendo un gran secreto. —Bueno, pero dejemos de hablar ya de estudios y de exámenes. iEstoy cansada! ¿Por qué no nos vamos todos al cine? Me parece una idea genial — indica Valeria, cerrando una carpeta de anillas en la que guarda sus apuntes. Raúl, que está sentado a su lado, la imita. También a él le apetece desconectar de libros y hojas llenas de cifras y letras. ??Por mí vale —señala, estirándose. — iGenial! Llamo a Meri por si quiere venirse con nosotros! — grita Alba, sacando el móvil del bolsillo de su pantalón. Responde al tercer bip. La pelirroja es la única que a veces falta a las nuevas reuniones del Club de los Incomprendidos. Las retomaron hace ya unas semanas. Alba fue la responsable de que eso sucediera, a fuerza de Insistir una y otra vez en que un grupo así de amigos no podía distanciarse tanto como lo había hecho. Tres tardes por semana quedan en la cafetería Constanza. E incluso han reescrito aquellas n stablecieron en su día. han compartido infinidad de emociones y experiencias de odo tipo. Mejor juntos que cada uno por su lado. —¿No vienes entonces?… —pregunta, algo decepcionada, cuando Maria contesta al otro lado de la línea. Y escucha atentamente su expllcaclon Ah. Muy bien. Vale… Comprendo. Bueno… Si cambias de opinión, ya sabes. A las ocho. En Callao… Muy bien… Vale, Meri. U besito. Y cuelga el teléfono. El resto está contemplándola. Alba abre brazos resignada y les cuenta que ha dicho que no puede quedar porque va a ir con su padre a no sé qué sitio. Valeria respira aliviada.
Desde que su madre se casó con el padre de Meri su relación se ha ido stropeando poco a poco. Hay algo que ha dejado de funcionar entre ellas. iAhora son hermanastras! Y eso ha traido consigo cierta tensión. Su amistad no es la misma que antes. —Pues nada, se acabó el estudio por hoy. iVamos al cine! Durante la media hora que lleva allí sentada, en ningún momento Ester se ha sentido cómoda. Apenas se ha enterado de qué va la película. No tiene que ser demasiado buena porque escucha bostezos a izquierda y derecha. Bruno come palomitas ruidosamente a su lado. Con él comparte un secreto desde hace unas semanas.
Nunca imaginó que las cosas se desarrollar[an así cambia an poco tiempo. desarrollarían así y cambiarían tanto en tan poco tiempo. El móvil vibra dentro de su pantalón vaquero. Es un mensaje de WhatsApp. Hola. ¿Te apetece hablar conmigo esta noche por Skype? Sería la sexta vez en varios días. La conversación de ayer fue divertida. Cómo sospechar que aquel chico conseguiría hacerla reí r. Selo piensa unos segundos y responde. Hola. Estoy en el cine. Llegaré tarde a casa. Si me esperas despier Bruno mira disimuladamente a la chica sentada a su izquierda. Sonríe con el móvil en la mano. ¿Quién le habrá escrito? ?Un chico? Siente curiosidad. ?Y celos? No, no puede sentir celos. Tose y se centra de nuevo en la gran pantalla, aunque desde ese instante le cuesta seguir el hilo de la película. Su mente se lo impide. Te esperaré lo que haga falta. Me lo paso muy bien contigo. ¿Sabe s? Me gustas. Un escalofrío recorre el cuerpo de Ester cuando lee aquellas palab en su móvil. ¿Y a ella? ¿Le gusta él? No sabe qué responderle, por eso, simplemente, contesta con un emoticono sonriente y guarda el te léfono. —iHip! Se ha escuchado e como un trueno en medi o del mar absoluto! Sus cuatro amigos se han grado y la observan.
Colorada como n tomate, se deja caer en su asiento y cruza los brazos. —Eso es que te comes las palomitas demasiado rápido — le susurra Raúl, apretando su rodilla cariñosamente. —Jo. Soy tonta. — No te preocupes, le puede pasar a cualquiera. Valeria sabe que no. Que algo así sólo le puede suceder a gente como ell a. una patosa sin remedio, incapaz de controlar su propio hipo y de pasa desapercibida en medio de una sala de cine. ¿Estás bien? le pregunta Alba en voz baja, inclinándose junto a ella. —Bueno… Tranquila. A mi me entra hipo muchas veces cuando estoy nerviosa —reconoce su amiga, guiñándole un ojo
Y lo que hago para quitármelo es beber pequeños sorbos mientras cuento hasta diez entre sorbito y sorbito. Nunca había probado ese método. Normalmente se le quita solo. Tiene que intentar aguantar y… «iHip! ». Menos mal que esa vez no se le ha escuchado. Valeria niega con la cabeza y decide probar el consejo que le ha dado su amiga. Alcanza su Cocacola Light y comienza a dar pequeños tragos y a contar para sí. Cuando llega a diez, se detiene. Respira hondo y mira a Alba. Ésta le hace un gesto de conformidad con el pulgar. Bien, parece que e archado. 0 DF 11 —¿Ves como funciona? —